El proyecto DIGNIDADE nació como un homenaje a mis abuelos, fallecidos, y a la mezcla de sentimientos que me transmitieron cuando compartí tiempo con ellos: mi respeto, una cierta profundidad de angustia y dolor, sacrificio, dureza, resignación, silencio...
Así, el proyecto se convierte en un homenaje que se extiende a toda una generación por la que siento una gran admiración y que considero merece ser homenajeada.
Son aquellos que crecieron en la pobreza y las dificultades, vivieron la guerra y la posguerra desde los ojos de un niño o una niña, perdieron a padres y hermanos y crecieron en medio del hambre, el dolor y el miedo.
De adultos intentaron adaptarse al sistema, manteniendo la cabeza gacha y trabajando duro, ejemplo de resignación y sacrificio, y cada uno saliendo adelante como pudo. Y ahora, en la recta final de sus vidas, siento que son los más olvidados, igual de silenciosos e igual de resignados, resistiendo en el seno de una sociedad cada vez más superficial. Y por todo eso, para mí es una generación olvidada y admirable.
DIGNIDADE es una serie de 10 retratos de personas mayores del pueblo donde vivo. Las circunstancias sanitarias provocadas por la aparición del COVID-19, y ellas, como uno de los sectores de la población más castigados durante la pandemia, me hacen decidir elegir a los usuarios de la Residencia y Centro de Día "O teu Fogar" de Foz como los modelos a fotografiar en este homenaje.
El proyecto se construyó en torno a tres ejes, comunes a los retratados y retratados, aspectos que simbolizan lo que esta generación representa para mí y lo que quiero transmitirles: el conocimiento de lo que realmente importa, la aceptación de la realidad y de su piel como mapa de un viaje de vida.
DIGNIDADE tiene un propósito artístico y un único fin: una actuación en y para la comunidad. El objetivo es dar visibilidad y reconocimiento a 12 personas concretas que simbolizan toda una generación. Para llevar a cabo este propósito planifico dos fases sucesivas y complementarias, a través de dos herramientas.
La primera herramienta, más tradicional, es la exposición conjunta de las imágenes en una sala de exposiciones. Al lado de cada imagen se coloca una tarjeta en la que unas líneas de texto indican quién es la persona que aparece en el retrato.
La segunda herramienta, creo que más conceptual e innovadora, es una acción que consiste en mostrar las mismas imágenes en lugares relevantes, los lugares que se reservan para los retratos oficiales en casi cualquier institución. Así, el lugar que antaño estaba destinado a la fotografía del Rey será ahora ocupado durante un tiempo por el retrato de un anciano del pueblo. Lo importante aquí es dónde se coloca la imagen y por qué, para invitar a la reflexión.